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Maqueta (en proceso) del laberinto del hotel Overlook |
Este laberinto es un icono incontestable del cine de terror y se ha hecho un hueco por méritos propios en nuestras pesadillas más queridas. Si bien en la novela original de Stephen King (en la que se basa la película) no había tal laberinto; aparecían en su lugar animales esculpidos a golpe de podadora, en una versión bastante menos amable de aquellos que realizaba el adorable Eduardo Manostijeras con sus habilidosas y cortantes manos.
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Jorge Luis Borges |
Pero Stanley Kubrick, genial director donde los haya, sustituyó estos animales que en la novela cobraban vida por un ente más abstracto y temible: un laberinto. Una construcción, vegetal en este caso, que nos rodea y nos pierde, que nos invita a encontrar una salida que nunca aparece, una pesadilla en la que nos sumergimos voluntariamente, con la angustia y el arrepentimiento posterior, al perdernos una y otra vez en un jardín de senderos que se bifurcan.
Sí, Borges, el extraordinario escritor argentino, tampoco fue ajeno a los laberintos, y escribió varios poemas sobre ellos, como El laberinto, que aparece en su poemario Elogio de la sombra. Aquí podéis oir el poema de sus propios labios).
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Laberinto de la Catedral de Chartres |
Hay y ha habido miles de laberintos por el mundo: cretenses, romanos, barrocos... son en sí mismos personajes mitológicos, creados desde los griegos para confusión del ser humano con el fin aparente de esconder algo valioso, ciudad o tesoro, pero en realidad sin otra ambición que el placer de verle perderse entre sus ángulos y rutas sin salida.
El laberinto que estoy construyendo no está deshabitado. Tampoco habitado, en el común sentido de la palabra. Digamos más bien que está ocupado. Pero de esas presencias que aparecen a la vuelta de cada esquina hablaremos en otro post; no me creeréis si os digo que yo sólo he construido la maqueta, y de repente estaban ahí. No sé de dónde vienen, aunque puedo sospecharlo. Voy a investigar un poco y os cuento.
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